Vistas de página en total

martes, 17 de mayo de 2011

Primero hay que dar y luego recibir



Un hombre estaba perdido en el desierto destinado a morir de sed. Por buena ventura, llegó a una cabaña vieja, desmoronada, sin ventanas ni techos. El pobre hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para huir del calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Él se arrastró hacia allí, tomó de la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar. ¡Pero nada sucedía! Desilusionado, cayó postrado hacia atrás. Notó que a su lado había una botella vieja, la miró, la limpió de todo polvo que la rodeaba y pudo leer un recado que decía:

"Usted necesita primero precargar la bomba con toda el agua que tiene esta botella, mi amigo, después, por favor, tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar".

El hombre desenroscó la tapa de la botella, y en realidad, ¡ahí estaba el agua! ¡La botella estaba llena de agua! De repente, se vio en un dilema. Si bebiese aquella agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo y podría tomar toda el agua que él quisiese. O tal vez no, tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¡Podría morir de sed! ¿Qué debería hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese el agua fresca, o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje que le había dejado un desconocido? ¿Debería perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones aparentemente poco confiables, escritas no se cuánto tiempo atrás?

Con grandes dudas, el hombre derramó toda el agua en la bomba, enseguida, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba empezó a rechinar y rechinar sin parar... ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos, y entonces, surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia; agua fresca, cristalina. Él llenó la botella y bebió ansiosamente; la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida la llenó de nuevo para el próximo viajante. La llenó hasta la boca, tomó la pequeña nota y aumentó la frase:

"Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua antes de obtenerla nuevamente"



Esta historia, cuyo autor desconozco, nos habla de que en esta vida debemos arriesgar para obtener lo que deseamos. Cuando la duda, el miedo, la desconfianza paralizan nuestros sueños, corremos el riesgo de perdernos cosas maravillosas. Me quedo con esta frase de P. Drucker:
"En cada historia de éxito hay alguien que tomó decisiones valientes"




No hay comentarios:

Publicar un comentario